Por desgracia este año me perdí la 38ª EJC, que se celebraba en Bruneck (Italia). Para mayor desgracia, todo el mundo que fue coincide en que fue una gran EJC, por organización, por espacios, calidad, etc. Menos mal que hay buenos amigos como Carlos que se curran una crónica para que todos los que nos la perdimos la podamos disfrutar. Esta es la primera de dos partes, espero que os guste tanto como a mí y se os pongan los dientes largos. Sí, han pasado ya 3 meses pero, ¿qué más da? se disfruta igual.
Mil gracias Carlos.
Mil gracias Carlos.
Esta EJC (convención europea de
malabaristas) llegó de rebote y menos mal que rebotó, porque ¡vaya
encuentrazo! Recordamos
que hace algo más de un año, en la convención europea celebrada en
Millstreet (Irlanda), no estaba nada claro que en 2015 fuera a haber
una nueva EJC. Varias ciudades habían asumido la organización, pero
por unas razones u otras, tuvieron que abandonar el proyecto.
En
aquella reunión en tierras irlandesas, peligraba por primera vez una
EJC, ya que desde hace más de treinta años llevan celebrándose
ininterrumpidamente. Pero un grupo de gente propuso a Brunico (Bruneck en alemán) como única esperanza. Nadie sabía dónde
localizar aquella pequeña ciudad y nadie daba un duro por ellos/as
teniendo únicamente un año para organizar semejante marrón. La
cuestión es que finalmente se le dio una oportunidad a aquel equipo,
aún sabiendo que podría convertirse en la EJC mas chapucera de la
historia.
Durante
ese año de organización, desde fuera, no daba la sensación de que
fuera a ser un gran encuentro, ni mucho menos: la promoción que
hicieron fue mas bien escasa -un único vídeo no demasiado bien
editado en el que mostraban las instalaciones-, poca información y
promoción del evento, precios altos y condiciones que, hasta ahora,
nunca habíamos visto.
Por
las redes sociales lanzaron una noticia que advertía de que si en febrero no se alcanzaba la cifra de 1500 preinscritos, Bruneck no
celebraría ningún europeo de malabares. Pero lo lograron, y
siguieron con su sigilosa organización.
Días
antes de la celebración el panorama no era muy prometedor. Precios
desorbitados sobre todo para malabaristas residentes en países como
España, Portugal, Grecia, etc. En los que su SMI (Salario Mínimo
Interprofesional) es dos o tres veces más bajo que el de muchos
países del centro y norte de Europa. Y que además cuentan con el
hándicap
de tener que desplazarse hasta el lugar de celebración, que para más
inri, suele ser cerca de dichos países pudientes. Bueno, esto es una
reflexión que deberá hacer la EJA si quiere abrir las próximas
EJCs a muchos más países, y no quedarse únicamente con un público
muy “concreto”.
Además,
a falta de dos días de que comenzase el evento, el tiempo tampoco
prometía acompañar, anunciaron que el parking de caravanas estaría
situado a más de diez o quince minutos del recinto principal, aún
no se sabía nada de la programación de ninguna de las galas...
Puede decirse que olía a chapucilla de evento para salvar los
muebles.
Una
vez allí nos dimos cuenta de que no es mierda todo lo que no reluce.
Los
paisajes que rodeaban Brunico eran increíbles, una localización
espectacular para un evento como la EJC. Las carpas, las justas (nada
de abusar para que luego no se utilicen y den la sensación de
abandonadas), bien distribuidas y a las que, puestos a pedir, sólo
les faltó algún sistema para combatir el duro calor del mediodía. Concretamente
contaron con:
- Una Big Top donde se celebraron las actuaciones de Mathias Romir, Cie De Fracto, Italian Show, School Gala y la Gala Final.
- Un bar Tent, donde había música en directo, DJs y cabarets a la hora de comer.
- Una pequeña carpa de circo para niños y niñas.
- Una carpa renegade, donde se realizó el Check In y la Diábolo Battle.
Las
instalaciones de Bruneck puestas a disposición del encuentro eran
sencillamente espectaculares. Se nota que Brunico está localizada en
el norte de Italia, es la "otra Europa", que no escatima en cultura,
juventud, deporte, servicios públicos y este tipo de “tonterías
sin importancia”.
Contamos
con cuatro gimnasios con todo tipo de comodidades. No el típico
gimnasio abandonado que está que se cae. Sí, ese que ceden a los
encuentros celebrados aquí en España. Uno de ellos era utilizado
exclusivamente para acrobacias, otros dos, anexos entre sí, eran
utilizados sobre todo por malabaristas -pero hay que reconocer que el
tufillo a pies sudados lo hacía poco habitable-. Y por último, uno
enorme donde se compartía espacio con las disciplinas aéreas y
donde se celebraban los Open Stages.
Foto: Luke Burrage |
Eso
sí, todo muy bien organizado, muy limpio y con todo tipo de
detalles. Probablemente ésta haya sido la única EJC de la historia
en la que uno se haya podido duchar cada día en un baño diferente
y donde, entre jabones con el logo de la EJC, no haya tenido que
esperar ni un segundo para entrar al baño.
En
cuanto a la zona de acampada, también muy recogida y muy bien
planteada. Con un gran espacio para fregar y cocinar en el centro de
las instalaciones.
Los
talleres mas diversos que nunca. Bien planteados desde el principio
en un enorme y bonito panel de pinzas; donde para anunciar un taller,
se coge un cartoncito, se le pone un bonito sello cirquero de la
disciplina del taller y se engancha en una pinza. Además, el hecho
de diferenciar los pabellones por temáticas también facilitó la
complicada tarea: “encuentra tu taller”.
Saliéndonos
un poco del recinto, de forma anexa a éste, se encontraba la zona
del UFO. Una especie de centro social juvenil con mucha programación
y una bonita cafetería. Esta verde y relajante zona se utilizó para
instalar un montón de slack
lines, y para hacer
más distendida la práctica de los malabares.
Tampoco
podemos olvidar la organizadísima zona para cargar móviles, en la
que voluntarios/as hacían turnos para poner a cargar los móviles y
cuidar de que no se perdieran.
En
cuanto a los “peros”, habría que destacar el raro horario de los
traders.
La organización debió de ser la única que entendió los beneficios
del horario cambiante de aperturas de las tiendas. Abrían pocas
horas y cuando el sol más apretaba. Lo que provocaba el absurdo de
tener que hacer menos esfuerzos por aprender a hacer malabares, que
por ir a comprar a los puestos.
Por
supuesto, no nos podemos olvidar de la impactante tienda de
merchandising, que sí estaba abierta casi todo el día. Allí
tenían enormes máquinas de coser que bordaban el logo de la EJC en
cualquier prenda que llevases o que tuviesen allí mismo a la venta.
Eso sí, los precios: nivel nórdico.
Pero
ya vale de hablar de la maravillosa logística. Pasemos a la
programación de espectáculos, que en el fondo es uno de los
aspectos más interesantes...
Para ello tendremos que esperar a la próxima entrada sobre la EJC 2015, ¡no os la perdáis!
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