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miércoles, 14 de octubre de 2015

Circo catalán en el Price

Durante dos fines de semana consecutivos de septiembre, uno de ellos coincidiendo con las sonadísimas elecciones catalanas, el Teatro Circo Price programó dos espectáculos de compañías catalanas: Rhum y Circ Pistolet.



Rhum es el proyecto único y especial de Rhum & Cía. Rhum no es otro que Enrico Jacinto Sprocani (1904 - 1953) un famoso payaso francés que acabó muriendo solo en su cama del hospital, víctima de un cáncer. Joan Montanyès "Monti" quiso hacerle un homenaje y creó, junto a Martí Torras, un espectáculo para recordar su figura. Por desgracia, Monti falleció antes de que pudiera ver la luz, también por un cáncer. Con ayuda de los familiares y amigos de Monti, Torras reescribió la obra y la adaptó para que acabara siendo un homenaje doble, a Rhum y sobre todo a Monti. Joan Montanyès no sólo fue un importante payaso, sino que fue el primer director artístico del nuevo Circo Price, de 2006 a 2008. Se convierte entonces esta obra, representada en este lugar, en un emotivísimo evento que lo que consigue es homenajear a todos los payasos.

El hilo es simple: una compañía de payasos sin trabajo a los que les sale un bolo para el día siguiente. Sólo hay un problema: falta Rhum, y es imposible de sustituir. Guillem Albà "Wilha" y Roger Julià "Giuliani" son dos augustos con más buena fe que acierto, siempre divertidísimos. Pep Pascual "Peppino", es un Harpo Marx polifónico. El carablanca Joan Arqué "Señor Arquetti" intenta poner orden en ese desastre, manteniendo bien el desagradecido papel que le toca. Por último Jordi Martínez "Señor Martínez" tiene la difícil tarea de sustituir a Rhum, idea que cada vez le va convenciendo menos.


Con la estructura tradicional de una compañía de payasos, Rhum es un espectáculo de 90 minutos en los que revisitan entradas clásicas y crean algunas nuevas con bastante acierto. El gusto por respetar la música y las canciones, médula ósea del clown, se agradece. Quizá en algún momento uno pueda pensar que la cosa se está alargando, pero es entonces cuando aparece la entrada de la cena, en la que Wilha, haciendo de camarero borrachín, está soberbio (previamente ya conquistó al público con sus muertes contemporáneas). El alegato final en defensa del payaso en la sociedad, dialogando Martínez con el propio Monti en off es un broche ideal para este gran homenaje que divierte y emociona a todas las edades. Por algo fueron reconocidos como el mejor espectáculo de payasos en los premios Zirkólika 2014.

"Mira, no sé por qué te empeñas en no volver a hacer de payaso. Ser payaso no tiene nada que ver con la palabra con la que se insultan los políticos hoy en día. Los payasos siempre hemos sido como una especie de médicos, de chamanes para la gente: les curamos del aburrimiento, de las preocupaciones ,de las tristezas.... Somos como un hermano mayor para ellos, y ellos son nuestra familia, nuestra única familia.
Y tú eres como el hermano pequeño."
Joan Montanyès, "Monti"
 
Si queréis saber más sobre Monti: Zirkólika número 37 (páginas 17 a 22)

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Incert es el espectáculo largo de la compañía Circ Pistolet. Es el caos y el orden a la vez. Un colectivo de 6 artistas en perpetuo movimiento sin un fin muy definido, pero decididos. Puro circo contemporáneo, donde la acción no cesa y siempre hay más de un foco de atención, donde el escenario se monta y desmonta por los propios artistas y donde todos parecen saber hacer de todo. En poco más de una hora da tiempo a que todos saquen sus mejores cualidades, ya sea en la contorsión (Anna Torne), los diábolos (Albert Ubach) o las verticales (Enric Petit). Todo trufado de banquinas y torres al más puro estilo XY, a cargo sobre todo de Tomàs Cardús, Rat Serra y Joan Ramón Graells. Impresionante la polivalente acróbata Rat Serra, quizá con un papel menos lucido pero que tan pronto es ágil, como portora, como se deja lanzar por los aires en el cuadrante. Las figuras de verticales de Enric Petit son de un gran nivel, aunque a veces algo desapericibidas entre la maraña de estímulos simultáneos.



Incert son 60 minutos sin descanso, todo un derroche visual y físico para un público que ya no sabe qué más le puede sorprender, dónde estará la siguiente acción. La compenetración es patente, lógico sabiendo de su  pasado formativo común en la Rogelio Rivel, respiran y disfrutan al mismo tiempo. El nivel conjunto e individual es altísimo y han sabido lucirlo y aglutinarlo de forma coherente, pese a su falta de sentido superficial. Que la mayoría del público acabara en pie no es por casualidad.


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