Tras un mes algo complejo estructuralmente, he vuelto a ver vídeos de malabares (Sí, ya tenía temblores matutinos, lógico cuando se estira la abstinencia). Me llega a mi cuenta de youtube un vídeo de Chris Hodge, un joven y religioso miembro de familia circense que lleva tiempo demostrando su nivel espectacular y su crecimiento exponencial, sobre todo ahora que entró en la escuela de Montreal.
Es un vídeo bien simple: él repitiendo hasta la saciedad un truco de los llamados "imposibles", hasta que sale. Es el "making of" de un trucazo, lo que está detrás de ese instante de asombro que hace que se te caiga la mandíbula mientras tu cerebro intenta rebobinar y piensas "espera, ¿qué acaba de hacer?". Yo otras veces estos trucazos los recibo con una carcajada de incredulidad, siendo consciente de que a un ojo no entrenado puede pasarle desapercibido. La culpa es de ensayar tantas veces, que se consigue vestir el truco de aparente facilidad. No sé qué es mejor, que ese truco parezca fácil o que se perciba su imposibilidad.
A parte de esto, el vídeo me lleva otras ideas a la cabeza. Es mucho más que el vídeo de cómo se entrena un truco: es la obsesión por el malabarismo. Refleja que la satisfacción efímera que produce la magia de ese instante logrado supera con creces la frustración. ¿Por qué ese truco y no otro? ¿ese tiempo se podría haber dedicado a otros trucos? ¿merece la pena? a él sin duda sí. No sabemos qué pasa después, ahí viene lo bonito. Quizá él no vuelva a entrenar ese truco, quizá lo "pula" hasta integrarlo en una rutina y aparentará facilidad y los profanos no lo distinguirán de ponerse una maza en la nariz. Quizá era una apuesta, un reto a sí mismo. Quizá imitaba a alguien que ya lo tenía consolidado. Qué más da.
El vídeo habla sobre el camino del malabarista. Una vez pasas un cierto umbral descubres que los límites son difusos. Aprendes a aprender. Comienzas a entrenar con objetivos y sientes una cierta seguridad en que eso que está en tu mente saldrá, tarde o temprano, pero saldrá. Sabes cómo hacerlo, es cuestión de tiempo, de estructurar el camino y entrar en esa especie de fe ciega que hace que al aparecer el error surja la intención inmediata de repetirlo, sabedor de que la siguiente vez saldrá (aunque sepas que es mentirijilla piadosa). O cuando fallas pero has apreciado una mínima mejoría, como un cartel que indica que vas por el buen camino. Él habla de eso en el vídeo, todos los mensajes son positivos, sin importar el número de intentos ni los golpes. Ensayo y error, es cuestión de tiempo.
Este vídeo es todo eso, o simplemente es un vídeo de un truco imposible y yo me dedico al onanismo neuronal. A él le aportará lo que quiera que sea y a mí me permite disertar sobre cosas que no tienen una respuesta clara. Eso sí, yo el vídeo lo veo con una sonrisa, sabedor del final anunciado, como lo termina él. Sonrisas y satisfacción, perserverar y medrar.
Es un vídeo bien simple: él repitiendo hasta la saciedad un truco de los llamados "imposibles", hasta que sale. Es el "making of" de un trucazo, lo que está detrás de ese instante de asombro que hace que se te caiga la mandíbula mientras tu cerebro intenta rebobinar y piensas "espera, ¿qué acaba de hacer?". Yo otras veces estos trucazos los recibo con una carcajada de incredulidad, siendo consciente de que a un ojo no entrenado puede pasarle desapercibido. La culpa es de ensayar tantas veces, que se consigue vestir el truco de aparente facilidad. No sé qué es mejor, que ese truco parezca fácil o que se perciba su imposibilidad.
A parte de esto, el vídeo me lleva otras ideas a la cabeza. Es mucho más que el vídeo de cómo se entrena un truco: es la obsesión por el malabarismo. Refleja que la satisfacción efímera que produce la magia de ese instante logrado supera con creces la frustración. ¿Por qué ese truco y no otro? ¿ese tiempo se podría haber dedicado a otros trucos? ¿merece la pena? a él sin duda sí. No sabemos qué pasa después, ahí viene lo bonito. Quizá él no vuelva a entrenar ese truco, quizá lo "pula" hasta integrarlo en una rutina y aparentará facilidad y los profanos no lo distinguirán de ponerse una maza en la nariz. Quizá era una apuesta, un reto a sí mismo. Quizá imitaba a alguien que ya lo tenía consolidado. Qué más da.
El vídeo habla sobre el camino del malabarista. Una vez pasas un cierto umbral descubres que los límites son difusos. Aprendes a aprender. Comienzas a entrenar con objetivos y sientes una cierta seguridad en que eso que está en tu mente saldrá, tarde o temprano, pero saldrá. Sabes cómo hacerlo, es cuestión de tiempo, de estructurar el camino y entrar en esa especie de fe ciega que hace que al aparecer el error surja la intención inmediata de repetirlo, sabedor de que la siguiente vez saldrá (aunque sepas que es mentirijilla piadosa). O cuando fallas pero has apreciado una mínima mejoría, como un cartel que indica que vas por el buen camino. Él habla de eso en el vídeo, todos los mensajes son positivos, sin importar el número de intentos ni los golpes. Ensayo y error, es cuestión de tiempo.
Este vídeo es todo eso, o simplemente es un vídeo de un truco imposible y yo me dedico al onanismo neuronal. A él le aportará lo que quiera que sea y a mí me permite disertar sobre cosas que no tienen una respuesta clara. Eso sí, yo el vídeo lo veo con una sonrisa, sabedor del final anunciado, como lo termina él. Sonrisas y satisfacción, perserverar y medrar.
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