La magia y el circo siempre han caminado de la mano. Forman parte de esas artes escénicas que, pese a tener un origen milenario, adquirió su caracter identitario en el siglo XIX. Lo curioso es que pese a haber compartido camino y escenario, magia y circo se han mantenido algo separados, como una amistad de esas lejanas que cuando te ves te saludas con cariño pero luego no sabes de qué hablar. Pese a que en el imaginario colectivo estan juntos, magia y circo no siempre han congeniado bien en escena. Los circos clásicos parecen reticentes a incluir magos, o bien estos prefieren hacer su vida fuera de la carpa.
Siendo yo relativamente ajeno a la magia, hablaré en esta entrada exclusivamente desde mi visión exterior. Me consta que desde el circo se mira con buenos ojos a la magia, conozco a mucho cirquero que domina algunos trucos o ha aprendido ciertas disciplinas y los ha incorporado a su show. También sé que hay artistas que conviven entre los dos mundos, pero cuesta encontrar al que ha logrado integrarlos con elegancia, como si magia y circo fuesen líquidos inmiscibles.
Reconozco que en mis primeros años de descubrimiento circense, aquellos en los que pruebas todos los malabares posibles, también me interesé por la magia. Conseguí algunos libros y comencé a practicar. Pronto vi la ingente cantidad de horas que había que dedicarle, así que decidí centrarme en los malabares (la carrera ya si eso luego). Me sorprendió un poco el caracter introvertido de la magia. En contraposición al circo, los magos parecen recelosos de transmitir sus secretos, lógico sabiendo que gran parte del público está deseando "descubrir el truco", en lugar de disfrutar del efecto. No dejaba de llamarme la atención el contraste: en los encuentros de circo podías acercarte a cualquiera a pedir un consejo, mientras los magos parecían incluso asustados de que con internet más gente pudiese conocer los trucos. Quizá porque el circo es un arte "desnudo", que busca asombrar con lo increíble de las habilidades humanas puestas sobre la mesa ("donde la verdad parece mentira"), pero la magia busca asombrar con ilusiones imposibles conseguidas a través de elegantes "distracciones" o "misdirections". También me chocaba el encorsetamiento que a veces vive la magia, donde cuesta ver magos que se salgan del personaje habitual.
En aquellos primeros meses de iniciación a la magia aprendí algunos de los trucos y rutinas, aunque la ejecución era desastrosa y nunca los mostré. A veces me da pena, ya que también aprendí a ver esos trucos y las distracciones, perdiéndome la esencia. Por otro lado, ahora disfruto mucho cuando conozco la rutina y aún así me asombra el efecto conseguido, doble mérito para el mago. A veces, cuando veo a un público "profano" alucinando con un truco de magia que conozco, siento una cierta envidia de poder sentir esas cosas. Menos mal que aún me quedó mucha magia por explorar y sigo impresionandome con frecuencia.
Esta larga introducción, a modo de reflexiones, vienen a cuento -por si alguno se lo había preguntado- de mi idea de iniciar una serie de entradas con homenajes a algunos magos. Empezaremos por los grandes magos de la historia, para seguir centrándonos en los españoles y terminar con los nombres que más están sonando últimamente.
Con ustedes, el mundo mágico. Próximamente en sus pantallas.
Siendo yo relativamente ajeno a la magia, hablaré en esta entrada exclusivamente desde mi visión exterior. Me consta que desde el circo se mira con buenos ojos a la magia, conozco a mucho cirquero que domina algunos trucos o ha aprendido ciertas disciplinas y los ha incorporado a su show. También sé que hay artistas que conviven entre los dos mundos, pero cuesta encontrar al que ha logrado integrarlos con elegancia, como si magia y circo fuesen líquidos inmiscibles.
Reconozco que en mis primeros años de descubrimiento circense, aquellos en los que pruebas todos los malabares posibles, también me interesé por la magia. Conseguí algunos libros y comencé a practicar. Pronto vi la ingente cantidad de horas que había que dedicarle, así que decidí centrarme en los malabares (la carrera ya si eso luego). Me sorprendió un poco el caracter introvertido de la magia. En contraposición al circo, los magos parecen recelosos de transmitir sus secretos, lógico sabiendo que gran parte del público está deseando "descubrir el truco", en lugar de disfrutar del efecto. No dejaba de llamarme la atención el contraste: en los encuentros de circo podías acercarte a cualquiera a pedir un consejo, mientras los magos parecían incluso asustados de que con internet más gente pudiese conocer los trucos. Quizá porque el circo es un arte "desnudo", que busca asombrar con lo increíble de las habilidades humanas puestas sobre la mesa ("donde la verdad parece mentira"), pero la magia busca asombrar con ilusiones imposibles conseguidas a través de elegantes "distracciones" o "misdirections". También me chocaba el encorsetamiento que a veces vive la magia, donde cuesta ver magos que se salgan del personaje habitual.
En aquellos primeros meses de iniciación a la magia aprendí algunos de los trucos y rutinas, aunque la ejecución era desastrosa y nunca los mostré. A veces me da pena, ya que también aprendí a ver esos trucos y las distracciones, perdiéndome la esencia. Por otro lado, ahora disfruto mucho cuando conozco la rutina y aún así me asombra el efecto conseguido, doble mérito para el mago. A veces, cuando veo a un público "profano" alucinando con un truco de magia que conozco, siento una cierta envidia de poder sentir esas cosas. Menos mal que aún me quedó mucha magia por explorar y sigo impresionandome con frecuencia.
Esta larga introducción, a modo de reflexiones, vienen a cuento -por si alguno se lo había preguntado- de mi idea de iniciar una serie de entradas con homenajes a algunos magos. Empezaremos por los grandes magos de la historia, para seguir centrándonos en los españoles y terminar con los nombres que más están sonando últimamente.
Con ustedes, el mundo mágico. Próximamente en sus pantallas.
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