A 2500 metros sobre el nivel del mar, en el centro de Bolivia, se sitúa la ciudad de Cochabamba. Esta urbe de más de un millón de habitantes, conocida como la de la “eterna primavera” por su benigno clima, es un reflejo vivo del país: más de un 50% de su población bajo el umbral de la pobreza, casi un 70% con orígenes indígenas y el trabajo infantil visto como algo normal. Todo esto a pesar de ser una región con gran importancia agrícola y una ciudad rica en ambiente cultural y universitario.
En 2003, un joven estadounidense llamado John Connell visitó Bolivia en un viaje estival y allí se quedó durante más de un año. Tiempo en el que conoció el país y sus gentes, ganándose la vida como malabarista de semáforo, aprendiendo acerca de las duras condiciones de sus vidas. Regresó a EEUU con la idea de iniciar un proyecto social en Cochabamba. Reunió fondos suficientes y constituyó Performing Life (y EnseñArte, su equivalente registrado en Bolivia), una ONG destinada a ayudar a los niños y jóvenes que viven y/o trabajan en las calles de esta ciudad.
La forma que estableció para ayudarles era a través del circo y la música, con la idea de que estos jóvenes pudieran encontrar maneras positivas de expresarse y de labrarse un futuro económico mejor. De lo que empezó con unas clases de malabares para 6 niños, la Fundación ha crecido hasta realizar cuatro programas diferentes simultáneamente: circo social, música, socioeducativo y salud integral; centrando su acción principal en los barrios de Montenegro y Alto de Buenavista.
El programa de Artes Circenses tiene el objetivo principal de enseñar habilidades que aumenten su coordinación y concentración, al mismo tiempo que desarrollan su autoestima y determinación. Las habilidades circenses además entrenan habilidades sociales, trabajo en equipo, comunicación no agresiva, etc., lo que mejora mucho su desarrollo personal y humano. Muy ligado al circo está el programa Socio-educativo, centrado más en el trabajo de entrenar y mejorar las habilidades sociales, inteligencia emocional, planificación, igualdad de género, gestión de conflictos, etc; todo desde actividades participativas y lúdicas.
El programa de música ofrece clases de varios instrumentos musicales (piano, guitarra, percusión), incluidos los folclóricos de la zona. Además cuentan con un estudio de grabación, organizan conciertos y festivales, producen videoclips, etc. Esto les otorga a los jóvenes nuevas formas de expresarse y además mejorar su autoestima. El programa de salud integral se gestiona coordinándose con otras ONG locales, realizando actividades de prevención y chequeos rutinarios para los jóvenes atendidos.
Irene Soria es una madrileña que desde abril de 2017 se integró en el proyecto con el puesto de Directora Nacional “en principio para dos años, pero ya tengo planes para finales de 2019, así que ¿Quién sabe?”. Sobre su labor, resume: “implica una gestión integral, desde coordinar los programas y equipos, responder ante financiadores y administraciones, mejorar la eficiencia, evaluar la calidad, hasta buscar apoyos económicos y mejorar la visibilidad”.
Se encuentran apoyados por las instituciones locales, como la Casa de la Cultura de Cochabamba y con otras 10 entidades, como centros de acogida, centros de música y arte, escuelas de trabajo, etc. “Las relaciones con las instituciones gubernamentales son inexistentes, no hay ayudas para ONG y algunas despiertan recelos por pensar que venimos a hacer intervencionismo político o espiar (…). La verdad sería fantástico poder entablar relaciones con ellos”. También reciben el apoyo de la población local. “Les gustan los programas que llevamos a sus comunidades (…), les encanta ver las actuaciones de sus hijos”, explica Soria. Además, la fundación plantea un feedback continuo con sus beneficiarios: “los propios niños participan en asambleas cada viernes donde les preguntamos qué es lo que más les ha gustado, lo que menos, otras ideas, expectativas, etc. (…) la intención es incluir sus ideas en nuestros proyectos para que sean también suyos. Con las familias nos reunimos cada 3 meses para darles información de los programas, el equipo, eventos, etc. También para preguntarles opinión y escuchar sus necesidades”. Refiere Irene que son un gran estímulo “son muy exigentes, nos hacen estar atentas a cada mínimo detalle. Si fallamos en detectar alguna necesidad o desacuerdo entonces la asistencia empieza a bajar. Nos obliga a re-evaluar y ajustar constantemente”.
Los alumnos acceden por dos vías a los programas. Lo explica Soria: “acuden a nosotros si se enteran por otro amigo o por alguna familia, y también los buscamos cuando los vemos por la calle o cuando vamos a las escuelas a hablar sobre los programas”. Estos alumnos deben cumplir algunas características: “todos los beneficiarios son niños/as y jóvenes de muy bajos recursos, con familias desestructuradas y de zonas pobres de la ciudad”.
Se encuentran especialmente orgullosos de que la mayoría de los jóvenes que han pasado por EnseñArte ya no están trabajando en las calles, van a la escuela, se han reunido con sus familiar y viven en mejores condiciones. “En ocasiones es difícil hacer ese seguimiento, por falta de personal y por las condiciones de cada familia”. Pese a que por desgracia hay casos (los menos) en que la fundación no logra sus objetivos de ofrecer alternativas a la violencia, la droga y la pobreza, sí son cientos los que ven su vida mejorada. Irene menciona, entre otros, los casos de Carlitos y Tania, “fueron dos niños que están en la fundación desde sus inicios, ninguno tenía una casa y trabajaban en la calle (…). Tras más de 11 años en la fundación ambos son instructores del Programa de Circo Social”. Además, Tania está estudiando derecho y va a hacer las pruebas para entrar en la academia de policía. Carlos es artista de circo y ha actuado en varios países de Sudamérica. Como ellos, cientos de ejemplos más.
Actualmente se encuentran en una campaña de crowdfunding para ayudar a financiar sus clases en el barrio de Montenegro, que les permita consolidar su trabajo y seguir creciendo como lo que es, una ONG que está mejorando su entorno.
Webs oficiales:
En 2003, un joven estadounidense llamado John Connell visitó Bolivia en un viaje estival y allí se quedó durante más de un año. Tiempo en el que conoció el país y sus gentes, ganándose la vida como malabarista de semáforo, aprendiendo acerca de las duras condiciones de sus vidas. Regresó a EEUU con la idea de iniciar un proyecto social en Cochabamba. Reunió fondos suficientes y constituyó Performing Life (y EnseñArte, su equivalente registrado en Bolivia), una ONG destinada a ayudar a los niños y jóvenes que viven y/o trabajan en las calles de esta ciudad.
La forma que estableció para ayudarles era a través del circo y la música, con la idea de que estos jóvenes pudieran encontrar maneras positivas de expresarse y de labrarse un futuro económico mejor. De lo que empezó con unas clases de malabares para 6 niños, la Fundación ha crecido hasta realizar cuatro programas diferentes simultáneamente: circo social, música, socioeducativo y salud integral; centrando su acción principal en los barrios de Montenegro y Alto de Buenavista.
El programa de Artes Circenses tiene el objetivo principal de enseñar habilidades que aumenten su coordinación y concentración, al mismo tiempo que desarrollan su autoestima y determinación. Las habilidades circenses además entrenan habilidades sociales, trabajo en equipo, comunicación no agresiva, etc., lo que mejora mucho su desarrollo personal y humano. Muy ligado al circo está el programa Socio-educativo, centrado más en el trabajo de entrenar y mejorar las habilidades sociales, inteligencia emocional, planificación, igualdad de género, gestión de conflictos, etc; todo desde actividades participativas y lúdicas.
El programa de música ofrece clases de varios instrumentos musicales (piano, guitarra, percusión), incluidos los folclóricos de la zona. Además cuentan con un estudio de grabación, organizan conciertos y festivales, producen videoclips, etc. Esto les otorga a los jóvenes nuevas formas de expresarse y además mejorar su autoestima. El programa de salud integral se gestiona coordinándose con otras ONG locales, realizando actividades de prevención y chequeos rutinarios para los jóvenes atendidos.
Irene Soria es una madrileña que desde abril de 2017 se integró en el proyecto con el puesto de Directora Nacional “en principio para dos años, pero ya tengo planes para finales de 2019, así que ¿Quién sabe?”. Sobre su labor, resume: “implica una gestión integral, desde coordinar los programas y equipos, responder ante financiadores y administraciones, mejorar la eficiencia, evaluar la calidad, hasta buscar apoyos económicos y mejorar la visibilidad”.
Se encuentran apoyados por las instituciones locales, como la Casa de la Cultura de Cochabamba y con otras 10 entidades, como centros de acogida, centros de música y arte, escuelas de trabajo, etc. “Las relaciones con las instituciones gubernamentales son inexistentes, no hay ayudas para ONG y algunas despiertan recelos por pensar que venimos a hacer intervencionismo político o espiar (…). La verdad sería fantástico poder entablar relaciones con ellos”. También reciben el apoyo de la población local. “Les gustan los programas que llevamos a sus comunidades (…), les encanta ver las actuaciones de sus hijos”, explica Soria. Además, la fundación plantea un feedback continuo con sus beneficiarios: “los propios niños participan en asambleas cada viernes donde les preguntamos qué es lo que más les ha gustado, lo que menos, otras ideas, expectativas, etc. (…) la intención es incluir sus ideas en nuestros proyectos para que sean también suyos. Con las familias nos reunimos cada 3 meses para darles información de los programas, el equipo, eventos, etc. También para preguntarles opinión y escuchar sus necesidades”. Refiere Irene que son un gran estímulo “son muy exigentes, nos hacen estar atentas a cada mínimo detalle. Si fallamos en detectar alguna necesidad o desacuerdo entonces la asistencia empieza a bajar. Nos obliga a re-evaluar y ajustar constantemente”.
Los alumnos acceden por dos vías a los programas. Lo explica Soria: “acuden a nosotros si se enteran por otro amigo o por alguna familia, y también los buscamos cuando los vemos por la calle o cuando vamos a las escuelas a hablar sobre los programas”. Estos alumnos deben cumplir algunas características: “todos los beneficiarios son niños/as y jóvenes de muy bajos recursos, con familias desestructuradas y de zonas pobres de la ciudad”.
Se encuentran especialmente orgullosos de que la mayoría de los jóvenes que han pasado por EnseñArte ya no están trabajando en las calles, van a la escuela, se han reunido con sus familiar y viven en mejores condiciones. “En ocasiones es difícil hacer ese seguimiento, por falta de personal y por las condiciones de cada familia”. Pese a que por desgracia hay casos (los menos) en que la fundación no logra sus objetivos de ofrecer alternativas a la violencia, la droga y la pobreza, sí son cientos los que ven su vida mejorada. Irene menciona, entre otros, los casos de Carlitos y Tania, “fueron dos niños que están en la fundación desde sus inicios, ninguno tenía una casa y trabajaban en la calle (…). Tras más de 11 años en la fundación ambos son instructores del Programa de Circo Social”. Además, Tania está estudiando derecho y va a hacer las pruebas para entrar en la academia de policía. Carlos es artista de circo y ha actuado en varios países de Sudamérica. Como ellos, cientos de ejemplos más.
Actualmente se encuentran en una campaña de crowdfunding para ayudar a financiar sus clases en el barrio de Montenegro, que les permita consolidar su trabajo y seguir creciendo como lo que es, una ONG que está mejorando su entorno.
Webs oficiales:
- Página web: https://performinglifebolivia.org/
- Facebook: https://www.facebook.com/PerformingLifeBolivia?fref=ts
- Bandcamp: https://fundacionensenarte.bandcamp.com/
- Twitter: https://twitter.com/Performing_Life
- Instagram: https://www.instagram.com/fundacionensenarte/
- Youtube: https://www.youtube.com/user/PerformingLifeBo
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