
Muchos son los que han desgranado antes la maravillosa obra de Neil Gaiman: The Sandman. No obstante, soy de la opinión de que, nunca está de más desempolvar y dar una vuelta de tuerca a los grandes (que los hay) de los 90. En todos los ámbitos, supongo incluido el cómic y claro está, The Sandman.

En la misma línea, conocemos en este capítulo el lado humano de Lucifer. E aquí otra baza para la reflexión. Nadie es tan bueno, ni tan malo. Ni el mismo demonio. ¿Alguien se ha planteado el peso que supone cargar con la culpa de toda maldad perpetrada por la humanidad?. Quien lo cargó, lo sabe. Y es precisamente este peso el que utiliza Mefistófeles para saldar viejas cuentas pendientes con Morfeo.

Al igual que ocurre a menudo en la serie Sandman, la mitología bíblica está muy presente en esta historia. Es Caín el enviado de Morfeo para anunciar su llegada al infierno, se habla de un ser supremo, por encima del bien y del mal, y en la cúspide de cualquier jerarquía de poder, de muchos condenados al infierno que nos resultan familiares, o por supuesto del propio infierno: El Hades, lugar de dolor, llamas y hielo, donde hace tiempo que toda pesadilla es real.
Es desde luego llamativo a lo largo de toda la serie, el hecho de que se utilice alegremente junto a otros cuentos tradicionales esta imaginería, mezclada con todo tipo de leyendas o personajes mitológicos, paganos, de cualquier otra religión, o simplemente pertenecientes al universo Sandman. Se agradece que alguien lo muestre con ese prisma y tanta naturalidad, dado que no es muy común en occidente. Más aún, al final de este capítulo, se cuestiona ¿sutilmente? La validez del proverbial castigo redentor.
Todo lo anterior está edificado con la solidez que caracteriza a las historias de The Sandman: historias dentro de historias, todas ellas con suficiente enjundia y lirismo para sostenerse por sí solas, la aparición de los eternos(con la elegante solemnidad con que acostumbran), personajes habituales de la serie(de la talla de Hob Gadling o Nuala), o guiños culturales, poéticos y filosóficos.
La moraleja de todo lo anterior es: lean o relean "estación de nieblas", merecerá la pena.
Para inducir a que se lleve a cabo, creo, basta repetir el "eterno", famoso y dolorosamente poético brindis de la estación de las nieblas:
los amores perdidos,
los viejos dioses,
y la estación de las nieblas,
y que cada uno de nosotros le dé al diablo su merecido.
Posdata: Agradezco al redactor jefe (y único) la oportunidad y los ánimos para dejar mi miguita en este santo lugar, y, no cabe duda, el hecho de haberme demostrado reiteradamente que, la bondad sobre bondad, también puede llegar a las entrañas.
los viejos dioses,
y la estación de las nieblas,
y que cada uno de nosotros le dé al diablo su merecido.
Donde el diablo tiene, después de leer estación de nieblas, un significado absolutamente amplio. Amén Hob Gadling, amén.
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