Con motivo de los Veranos de la Villa, este año, la actuación circense corresponde al Circo Acrobático Nacional de Pekín, con su espectáculo Dreams, Alma de China, esta vez en el Teatro Lope de Vega, en Madrid. Repiten por segundo verano consecutivo en Madrid, aunque esta vez incluidos en el programa de Los Veranos.
Este circo es una de esas compañías con muchos años a sus espaldas y varios espectáculos girando por el mundo. Por eso quizá en el folleto de información del espectáculo se echa de menos informar sobre el nombre del director, creadores o incluso los artistas.
Es un buen espectáculo en conjunto, adaptando números clásicos del circo chino a una historia en el bosque que visita una niña acompañada de un abuelo-árbol. Es un show con artistas polifacéticos, unos 8 o 9 hombres gimnastas con varios números y otras tantas mujeres más provenientes de la danza también muy versátiles. Siempre caracterizados de animales, con mayor o menor acierto, realizan las actuaciones, acompañados por una música grabada que no siempre es adecuada, ya que, en mi opinión, a veces peca de infantil.
Comienza el show con una libélula que realiza un número de equilibrio en una mano muy limpio, aunque corto. A ella le siguen unas ranas que realizan unas sencillas acrobacias y una pirámide humana.
Lo que metió en calor al público fue el número de malabares con sombreros, tan eficaz como vistoso y con mucho ritmo. Luego vinieron unas hormigas con un corto número de malabares con jarrones, esta impresionante disciplina que sólo se realiza en China, todo equilibrios y control.
Era el turno de tres de las mejores actuaciones de la sesión. Una contorsionista que combinaba la contorsión con los clásicos giros de alfombrillas al puro estilo chino y con un gran final con cuatro alfombrillas mientras se mantenía en equilibrio con la boca. Mientras intentábamos cerrar la nuestra, apareció un ejército de monos que, a ritmo frenético y con facilidad pasmosa, realizaron varias acrobacias y saltos sobre dos postes verticales. Luego vino una pareja compuesta por un portor y una ágil que ejecutaron una gran actuación de portes al estilo ballet, con la chica sobre la cabeza del portor apoyada sólo sobre la punta de su pie. El final fue con dos chicas en puntas sobre los hombros del chico. Me recordó mucho a este número del Festival de Circo de Montecarlo, la verdad.
Tras el descanso un número de diábolos algo discreto pero con sitio para ver cuatro diábolos en alto (en contraposición al nivel del número). Los mismos que hacían de monos ahora son ardillas (o gatos) que ejecutan una bonita rutina de saltos entre aros.
Es el momento del tercer momentazo, el mano a mano que ejecutan dos hombres y que cosechó los mayores aplausos de la noche. Un derroche de fuerza y suavidad que me recordó a este número del Cirque Eloize (minuto 1:30), una maravilla.
Para despedir el show, un entretenido número de saltos de comba (las arañas y sus telas), un espectacular número de platos chinos (con varios equilibrios cabeza sobre cabeza muy impresionantes) y una divertida danza de leones al más puro estilo dragones chinos, con dos personas dentro; se simulaba que los domaban y el resultado era muy efectista.
Es, por tanto, un espectáculo recomendable para toda la familia y, aunque yo he tenido la sensación de haber visto todos los números antes (salvo dos o tres cosas que he reseñado), deja con buen sabor de boca y merece la pena verlo, sobre todo si no estás acostumbrado a ver circo clásico en teatros. Cumplen con los clásicos del circo chino con creces. Eso sí, aunque sea más barato, 20€ en lugar de 30€, no recomiendo verlo en el anfiteatro, está demasiado alto. Hasta el 28 de agosto.
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