El pasado 15 de noviembre uno de los mejores malabaristas de la historia hubiera cumplido 97 años. Se trata de Francis Brunn y es una visita obligada para cualquiera que practique malabares o quiera conocer un poco de la historia del circo. Marcó una época y fue imitado por muchos malabaristas posteriores, sobre todo su famoso truco final. Falleció en 2004, debido a complicaciones de una cirugía cardiaca, cuando se encontraba aún en activo. Mucha gente conoce su historia o, al menos su impactante número, lo que poca gente conoce es que existe una estrella en el firmamento con su nombre.
Nació en Aschaffenburg, cerca de Frankfurt, Alemania. Tras aprender lo básico de malabares y acrobacias gracias a su padre, saltador de trampolín, asistió a la Escuela de Artes Escénicas de Berlín donde apredió más acrobacias. Entusiasmado tras ver a un malabarista en directo (Angelo Picinelli) y por lo que leía del gran Rastelli, comenzó a progresar en malabares de forma autodidacta. A los 17 años se enroló en un espectáculo junto a su hermana Lottie, tres años menor que él y también una magnífica malabarista. Pronto destacó en los escenarios, siendo rápidamente comparado con su admirado Rastelli. Su velocidad era endiablada y llegaba a lanzar en escena 10 aros, combinado con una gran capacidad gimnástica y realizando trucos con los pies, desarrollados de su afición al fútbol.
Su talento no pasó desapercibido para los empresarios y, tras muchos problemas burocráticos por la Guerra, en 1948 viajó a EEUU junto a su hermana para trabajar para el famoso circo Ringling Brothers, con gran éxito. Allí su carrera fue meteórica, actuando en los principales escenarios del país y compartiendo escena con los mejores artistas de la época, como Frank Sinatra o Sammy Davis Jr.
Su número va evolucionando y comienza a valorar más los trucos con pocos elementos, como explica en esta entrevista: "me alejé de ese tipo de trabajo [malabares con muchos objetos] porque me sentía muy limitado (...), las posibilidades son menores. Me parece que con pocos objetos hay más variaciones posibles. A mí me fascina controlar una bola, suena a poca cosa, pero es muy difícil hacerlo bien".
De hecho, su número nunca dejó de cambiar, y más cuando el flamenco se cruzó en su vida; desde aquella vez en que vio a Carmen Amaya y a Antonio Ruiz en Nueva York. Quedó tan impactado que los vio muchas noches seguidas, empapándose de sus movimientos y su arte. Convencido de las similitudes entre el flamenco y el circo, fue transformando su número, primero cambiando su música por una guitarra por bulerías, luego adoptando esos gestos que le fascinaban, transformándose en un bailaor malabarista, algo único.
No solo cambió su número, si no que en su cabeza comenzaba a gestarse un gran espectáculo, mezclando circo y flamenco. Algo único, como nunca se había visto, pero aún no podía realizarlo. Como bien explica Paul Álvarez en esta preciosa entrada, era el comienzo de Incognito, su mayor obra. Una idea que por fin, en 1997 pudo hacerse realidad cuando conoció a Torombo, un bailaor del que se había enamorado años antes. Gracias a él pudo reunir a un elenco increíble en un show irrepetible: Nathalie Enterline [su mujer y asistente desde 1980], Oleg Izossimov como acróbatas; Van Porter y Robert Reed como tapdancers, El Torombo, Farruquito [sí, Farruquito], Farruco, Jairo Barrull, José Maya, Óscar de los Reyes, La Toromba y Adela Campallo como bailaores; Raphael Brunn [hijo de Francis], Martín Chico, Raúl el Perla y Jan del Gastor, como guitarristas; y El Vareta, Pepe de Pura y María Vizcárraga como cantaores. Se estrenó en 2000 en el Tigerpalast de Berlín y realizó una corta y exitosa gira por Alemania. No pudo exportarse por lo costoso del proyecto. Una joya de la que por desgracia no queda constancia accesible en Internet. Por suerte, se conservan programas de aquél espectáculo, como este, cortesía de Paul Álvarez:
En su cabeza siempre rondaba esa idea, como se puede leer en varias entrevistas, el silencio. Quería que el público se sintiese tan abrumado por lo que estaba viendo que no pudiera aplaudir; que el espectáculo se sucediese de forma tan intensa que no dejara ese hueco para el aplauso, alargando el clímax hasta el final. Ese era su sueño: "para mí el silencio significa éxito", decía.
Esto nos da una idea de la magnificencia de este artista, obsesionado por los detalles y por el malabarismo como arte, una cabeza repleta de ideas en ebullición. Era de los que dejaban huella, y no hay más que hablar con algunas de las personas que lo conocieron para darse cuenta del profundo impacto que podía dejar a su alredor. Un ejemplo es el citado Paul Álvarez, guitarrista de su espectáculo Incógnito, que lo conoció durante años y lo describe así: "Francis fue la persona más determinante que ha pasado por mi vida. Más que un padre. Nunca me he entendido con nadie como con él. Le echo de menos todos los días". Se puede leer mucho más de su relación con Brunn en la mencionada entrada, que no puedo dejar de recomendar.
Otra persona muy influenciada por Brunn es el malabarista Viktor Kee, que lo menta con frecuencia en entrevistas y redes sociales. Kee conoció a Brunn gracias a Oleg Izossimov, amigo común y soberbio verticalista que actuaba en Incógnito. "Tuvimos una gran conexión, hablábamos de muchos temas mientras fumábamos puros. Nunca sobre cosas general, era más sobre sensaciones en el escenario, el propósito del arte, la confianza, la filosofía de estas cosas. Conversaciones profundas y honestas. La honestidad de Francis impactaba mucho", recuerda Kee. Y prosigue, "suponía un gran impacto en mí, como un padre. Me cambió, me hizo ver qué es real y qué es falso en el arte, qué ofrecer al público, cómo comprometerse. Me hizo ver que el show no es sobre lo que tú puedes hacer, si no lo que quieres transmitir al público".
Durante los últimos 5 años de vida de Brunn, él y Kee se vieron unas 2-3 veces al año. Este recuerda el momento en que decidieron que Francis tendría una estrella con su nombre: "Cuando se acercaba la fecha de su 80 cumpleaños, Oleg [Izossimov] me dijo que iba a ir y pensamos en hacerle un regalo. Era casi imposible regalarle nada, apenas se preocupaba por las cosas materiales, tenía incluso sus viejos útiles con los que actuaba desde hace más de 30 años y no los quería cambiar. Yo estaba entonces en EEUU y no podía asistir. Miré por Internet y vi una página en la que se podían nombrar estrellas a cambio de dinero. Nos pareció una gran idea, muy simbólica. Buscamos una estrella en la constelación Tauro, cerca del corazón de la representación del toro. La compramos y nos entregaron un certificado, que le entregó Oleg junto a Ernest Montego". Pese a que reconoce que le costó comprender el regalo, luego le hizo ilusión e incluso lo enmarcó en su casa.
Dos años después fallecería de forma inesperada. Con 82 años él seguía actuando en contadas ocasiones, pese a sus múltiples operaciones y achaques, pese a sus más de 60 años de carrera. Un gran artista, una verdadera estrella, de esas que siempre serán recordadas.
Para saber más:
Nació en Aschaffenburg, cerca de Frankfurt, Alemania. Tras aprender lo básico de malabares y acrobacias gracias a su padre, saltador de trampolín, asistió a la Escuela de Artes Escénicas de Berlín donde apredió más acrobacias. Entusiasmado tras ver a un malabarista en directo (Angelo Picinelli) y por lo que leía del gran Rastelli, comenzó a progresar en malabares de forma autodidacta. A los 17 años se enroló en un espectáculo junto a su hermana Lottie, tres años menor que él y también una magnífica malabarista. Pronto destacó en los escenarios, siendo rápidamente comparado con su admirado Rastelli. Su velocidad era endiablada y llegaba a lanzar en escena 10 aros, combinado con una gran capacidad gimnástica y realizando trucos con los pies, desarrollados de su afición al fútbol.
Su talento no pasó desapercibido para los empresarios y, tras muchos problemas burocráticos por la Guerra, en 1948 viajó a EEUU junto a su hermana para trabajar para el famoso circo Ringling Brothers, con gran éxito. Allí su carrera fue meteórica, actuando en los principales escenarios del país y compartiendo escena con los mejores artistas de la época, como Frank Sinatra o Sammy Davis Jr.
Su número va evolucionando y comienza a valorar más los trucos con pocos elementos, como explica en esta entrevista: "me alejé de ese tipo de trabajo [malabares con muchos objetos] porque me sentía muy limitado (...), las posibilidades son menores. Me parece que con pocos objetos hay más variaciones posibles. A mí me fascina controlar una bola, suena a poca cosa, pero es muy difícil hacerlo bien".
De hecho, su número nunca dejó de cambiar, y más cuando el flamenco se cruzó en su vida; desde aquella vez en que vio a Carmen Amaya y a Antonio Ruiz en Nueva York. Quedó tan impactado que los vio muchas noches seguidas, empapándose de sus movimientos y su arte. Convencido de las similitudes entre el flamenco y el circo, fue transformando su número, primero cambiando su música por una guitarra por bulerías, luego adoptando esos gestos que le fascinaban, transformándose en un bailaor malabarista, algo único.
Francis Brunn y Juan García, 1967 |
No solo cambió su número, si no que en su cabeza comenzaba a gestarse un gran espectáculo, mezclando circo y flamenco. Algo único, como nunca se había visto, pero aún no podía realizarlo. Como bien explica Paul Álvarez en esta preciosa entrada, era el comienzo de Incognito, su mayor obra. Una idea que por fin, en 1997 pudo hacerse realidad cuando conoció a Torombo, un bailaor del que se había enamorado años antes. Gracias a él pudo reunir a un elenco increíble en un show irrepetible: Nathalie Enterline [su mujer y asistente desde 1980], Oleg Izossimov como acróbatas; Van Porter y Robert Reed como tapdancers, El Torombo, Farruquito [sí, Farruquito], Farruco, Jairo Barrull, José Maya, Óscar de los Reyes, La Toromba y Adela Campallo como bailaores; Raphael Brunn [hijo de Francis], Martín Chico, Raúl el Perla y Jan del Gastor, como guitarristas; y El Vareta, Pepe de Pura y María Vizcárraga como cantaores. Se estrenó en 2000 en el Tigerpalast de Berlín y realizó una corta y exitosa gira por Alemania. No pudo exportarse por lo costoso del proyecto. Una joya de la que por desgracia no queda constancia accesible en Internet. Por suerte, se conservan programas de aquél espectáculo, como este, cortesía de Paul Álvarez:
En su cabeza siempre rondaba esa idea, como se puede leer en varias entrevistas, el silencio. Quería que el público se sintiese tan abrumado por lo que estaba viendo que no pudiera aplaudir; que el espectáculo se sucediese de forma tan intensa que no dejara ese hueco para el aplauso, alargando el clímax hasta el final. Ese era su sueño: "para mí el silencio significa éxito", decía.
Esto nos da una idea de la magnificencia de este artista, obsesionado por los detalles y por el malabarismo como arte, una cabeza repleta de ideas en ebullición. Era de los que dejaban huella, y no hay más que hablar con algunas de las personas que lo conocieron para darse cuenta del profundo impacto que podía dejar a su alredor. Un ejemplo es el citado Paul Álvarez, guitarrista de su espectáculo Incógnito, que lo conoció durante años y lo describe así: "Francis fue la persona más determinante que ha pasado por mi vida. Más que un padre. Nunca me he entendido con nadie como con él. Le echo de menos todos los días". Se puede leer mucho más de su relación con Brunn en la mencionada entrada, que no puedo dejar de recomendar.
Otra persona muy influenciada por Brunn es el malabarista Viktor Kee, que lo menta con frecuencia en entrevistas y redes sociales. Kee conoció a Brunn gracias a Oleg Izossimov, amigo común y soberbio verticalista que actuaba en Incógnito. "Tuvimos una gran conexión, hablábamos de muchos temas mientras fumábamos puros. Nunca sobre cosas general, era más sobre sensaciones en el escenario, el propósito del arte, la confianza, la filosofía de estas cosas. Conversaciones profundas y honestas. La honestidad de Francis impactaba mucho", recuerda Kee. Y prosigue, "suponía un gran impacto en mí, como un padre. Me cambió, me hizo ver qué es real y qué es falso en el arte, qué ofrecer al público, cómo comprometerse. Me hizo ver que el show no es sobre lo que tú puedes hacer, si no lo que quieres transmitir al público".
Francis Brunn, Viktor Kee, Aurelia Cats, Ernest Montego y Paul Ponce |
Durante los últimos 5 años de vida de Brunn, él y Kee se vieron unas 2-3 veces al año. Este recuerda el momento en que decidieron que Francis tendría una estrella con su nombre: "Cuando se acercaba la fecha de su 80 cumpleaños, Oleg [Izossimov] me dijo que iba a ir y pensamos en hacerle un regalo. Era casi imposible regalarle nada, apenas se preocupaba por las cosas materiales, tenía incluso sus viejos útiles con los que actuaba desde hace más de 30 años y no los quería cambiar. Yo estaba entonces en EEUU y no podía asistir. Miré por Internet y vi una página en la que se podían nombrar estrellas a cambio de dinero. Nos pareció una gran idea, muy simbólica. Buscamos una estrella en la constelación Tauro, cerca del corazón de la representación del toro. La compramos y nos entregaron un certificado, que le entregó Oleg junto a Ernest Montego". Pese a que reconoce que le costó comprender el regalo, luego le hizo ilusión e incluso lo enmarcó en su casa.
La estrella de Francis Brunn |
Dos años después fallecería de forma inesperada. Con 82 años él seguía actuando en contadas ocasiones, pese a sus múltiples operaciones y achaques, pese a sus más de 60 años de carrera. Un gran artista, una verdadera estrella, de esas que siempre serán recordadas.
Gracias a Viktor Kee, Paul Álvarez y Natalie Enterline por su colaboración desinteresada en la elaboración de este artículo.
- Obituario en el NY Times (inglés)
- Artículo en Juggling.org escrito por Francisco Álvarez, con enlaces a múltiples entrevistas (inglés)
- Evolución del truco final de Brunn a lo largo del tiempo, por Luke Burrage
- Germany Tour 1992 (vídeo de una gira con otros grandes artistas)
- Francis y Lottie en París en 1948
- Lottie y Francis ensayando en 1967